RECUERDA, LA FUERZA TE ACOMPAÑARÁ SIEMPRE

Quien me conoce un poco sabe perfectamente que Star Wars (a la que aún me cuesta un poco no llamar La guerra de las galaxias, por mal hecha que estuviese esa traducción) es uno de mis principales referentes. Y si quien lee esto sigue un poco lo que digo, hago y escribo, sabrá de sobra que fue la película original, allá por 1977, el detonante que causó que decidiera pasar al papel las historias que me imaginaba y empezase a escribir.

Si en su día hablé de lo difícil que puede resultar hoy en día imaginar el panorama de la fantasía épica en España a principios de los 80 (con poco más que El señor de los anillos en las librerías), podría contar algo parecido respecto al cine de ciencia ficción a finales de los 70.

No es que no hubiera pelis de ciencia ficción, o que estas fuesen malas. Claro que no. De hecho, en los años que van de 1968 a 1977 se estrenaron unas cuantas películas no desdeñables del género, como 2001: una odisea del espacio, El planeta de los simios, Naves misteriosas o Cuando el destino nos alcance (cada vez más actual y realista esa distopía con cambio climático incluido que presenta ¡en 1973!). De hecho, entre finales de los sesenta y principios de los setenta, la ciencia ficción cinematográfica se hizo adulta.

Pero por buenas que fuesen esas películas, por interesantes que resultasen las reflexiones sobre nuestro mundo que hacían faltaba algo. Ya he dicho que eran adultas; y serias y oscuras, lo cual estaba muy bien. Pero ¿dónde estaba el espectáculo, la aventura, la pura emoción de una historia trepidante, evocadora, imaginativa, bien contada?

Al parecer, en una galaxia muy, muy lejana.

El impacto de la película de Lucas, a un nivel puramente visual, de amplitud de escenario, fue increíble. Nunca habíamos visto nada como aquello en una pantalla de cine: diferentes planetas, espadas de luz, gigantescas estaciones espaciales, cazas estelares, destructores estelares, cargueros estelares, razas extraterrestres, robots…

Todo ello mezclado con cosas que habíamos visto antes pero nunca en aquel ambiente: el maligno imperio, la rebelión, el bribón de corazón de oro, el viejo mentor, el villano siniestro, el joven idealista marcado por el destino, el contrapunto cómico, la princesa…

Bueno, quizá a la princesa no la habíamos visto antes, al menos no de esa guisa. Porque si algo deja claro Leia desde el principio es que no estamos ante la damisela en apuros que espera al esforzado caballero andante: no solo se encara con el temible Vader y es capaz de lanzarle pullas a la cara a Tarkin sin pestañear, sino que antes de que sus dos rescatadores se den cuenta de lo que ha pasado, se pone al frente de su propio rescate y es ella quien los guía.

La unión de un escenario espacial grandioso y exótico con elementos tomados de los más viejos arquetipos de la tradición popular de aventuras funcionó a un nivel que nadie esperaba. Seguramente ni el propio George Lucas.

Para el chaval de doce años que era entonces fue como si de pronto me hubieran volado la cabeza. Me tiré dos horas embobado en el cine (mi mandíbula supongo que estaría unas tres filas más abajo), incapaz de creer lo que estaba viendo.

Mis ediciones de la novelización original: en español en bolsillo, en español en rústica, en inglés en bolsillo (con fotos de la peli en el interior) y en inglés en tapa dura (incluye las novelizaciones de las tres pelis originales)

Pasé los siguientes meses revisando mentalmente la película (¿Video? ¿Qué video? Aún faltaban años para la llegada del VHS), leyendo los comics de Marvel que la adaptaban y la continuaban (publicados de forma espantosamente horrible por Bruguera; aún conservo alguno) y la novela que publicó Argos-Vergara firmada por el propio George Lucas, aunque no escrita por él, como explicaré luego. Y coleccionando los cromos y pegándolos en el álbum (el único álbum de cromos que he completado en toda mi vida). Y pillando cualquier material a mi alcance remotamente relacionado con la película, incluyendo un cómic titulado Guerra en las galaxias (nótese la sutil diferencia) con la misma tipografía de la película y una foto de un X-Wing atacado por un Tie Fighter en la portada. Cómic que, una vez comprado, resultó no tener nada que ver con Star Wars. Se trataba, como deduje años más tarde, de una selección de historias de la revista británica 2000 A.D., incluyendo varias del Juez Dredd.

Luego cayó en mis manos una novela titulada El ojo de la mente, de un tal Alan Dean Foster, que continuaba la trama de la película en una historia en la que Luke y Leia caían en un planeta tropical controlado por el Imperio.

Mis ediciones de El ojo de la mente: la nueva de Planeta en español, la original de Argos-Vergara en español, y la original en inglés en tapa dura de Ballantine, que conseguí de segunda mano hace unos años en muy buen estado y a muy buen precio. Confieso que me gusta mucho la española original. El ilustrador tenía claro cuáles eran los reclamos de la peli original: el malo y los droides.

La novela me gustó. Mucho. No tenía claro que fuese a ser la base de la siguiente película, porque le faltaban escenas espaciales y no concebía una película de La guerra de las galaxias sin una buena batalla espacial. Además, circulaban por ahí ciertas declaraciones de los actores acerca de que la siguiente peli se iba a desarrollar en parte en un planeta helado, así que la cosa no encajaba.

Me di cuenta de una cosa. Aquel Alan Dean Foster escribía de una forma muy parecida al George Lucas que había firmado la novela que adaptaba la película. Ciertas construcciones de las frases, cierta predilección por algunas imágenes y adjetivos, el modo de describir físicamente a algunos personajes… Durante años simplemente sospeché que Foster era el verdadero autor de la novelización de la película. Luego dejó de ser una sospecha cuando el propio Lucas lo reconoció públicamente.

Aún hoy El ojo de la mente sigue pareciéndome una de las mejores novelas de Star Wars. Estoy muy lejos de conocerlas todas, claro; habré leído como mucho un par de docenas. De esas, la de Foster sigue siendo una de las que mejor me funciona. De hecho, se podría cambiar ligeramente la ambientación y publicarla sin ninguna mención a Star Wars y se sostendría perfectamente por sí misma.

El primer vinilo que compré y el único que conservo: un doble LP con la banda sonora original de la película.

En 1980 llegó El imperio contraataca.

(Inciso. Poco antes del estreno de la película, Bruguera publicó en dos tomitos un cómic de Star Wars con ese mismo título. Que, como luego vimos, no tenía nada que ver con la película. La verdadera adaptación la publicaría Forum algún tiempo después. Bruguera se había limitado, con bastante morro, a tomar un arco argumental de varios números de la serie regular y presentarlo bajo ese título. Pero sigamos.)

Segundo tomo del falso “Imperio contraataca”. El primero se perdió en las brumas del tiempo. Sí, la cubierta es de Carmine Infantino, que de aquella dibujaba los tebeos de Star Wars. Confieso que me gustaba el logo que Bruguera había diseñado para el título de los comics, que no seguía el diseño original.

No sabía muy bien qué esperar de la nueva película. Por aquel entonces era casi un dogma de fe la idea de que cualquier continuación iba a ser inferior al original. Encima, justo cuando entrábamos en el cine, la persona que me acompañaba murmuró:

—Darth Vader es el padre de Luke.

Sigue vivo. En serio. No lo maté en aquel mismo instante. Para que luego digan que no soy buena persona.

Lo cierto es que, en cuanto se apagaron las luces y dio comienzo la película, me importó bien poco el espóiler. El Imperio contraataca era lo bastante buena para que conocer o no la sorpresa no tuviera casi ningún efecto en mí.

Salía el Emperador. Y Luke se entrenaba y se enfrentaba a su oscuridad interior. Y había un romance en marcha. Y nuevos personajes. Y un planeta helado, y un planeta que era un pantano, y una ciudad entre las nubes en un gigante gaseoso que parecía directamente sacada de Flash Gordon.

Otros añadirán: ¡Y Bobba Fett!

Confieso que nunca le vi la gracia al personaje. Sí, vale, es un cazador de recompensas. ¿Y? ¿Es que nos hemos olvidado de que es el tío que tiene la muerte más ridícula de toda la saga, que lo mata un ciego sin querer al tropezar con él?

Vale, esa escena estaba a tres años en el futuro, pero incluso sin conocerla, Fett no me parecía especialmente glamoroso. Nunca entendí su popularidad. Era un tipo con un traje más o menos molón y punto.

El álbum de cromos de La Guerra de las Galaxias. De todos los que inicié en la infancia, el único que llegué a completar.

Mi personaje favorito, obvio es decirlo, era Luke. Sí, bueno, venga, el rollo briboncete pero buen chico de Han no estaba mal, pero Luke era el tipo realmente interesante. Era el personaje que evolucionaba, que crecía. Y coño, encima el villano de la saga era su padre. Supera eso con una carrerita a Kessel en menos de doce parsecs, coreliano de los cojones.

El retorno del Jedi tuvo un sabor agridulce. Toda la trama que atañía a Luke me gustaba, incluyendo el enfrentamiento final con su padre y la redención de Anakin Skywalker. El resto… iba de lo moderadamente interesante a lo lamentable. En cuanto a los ewoks, cuanto menos se diga de ellos, mucho mejor.

Eso sí, la batalla espacial en la segunda Estrella de la Muerte se convirtió para mí en el referente por el que se analizarían todas las batallas espaciales a partir de aquel momento. Algo que solo cambiaría en 2005 cuando viera el increíble arranque de La venganza de los Sith.

Como sea, los buenos ganaban, el villano se redimía y se sacrificaba y, al parecer, Star Wars se terminaba para siempre. Lucas anunció que, pese a que estas películas conformaban la parte central de una historia mayor, no iba a rodar el resto, ni las tres que faltaban por delante, ni las otras tres que habrían culminado la saga.

Tres películas. Era todo lo que los fans teníamos.

No es cierto del todo. Estaban los comics de Marvel, cierto. Y las series de animación de los droides y las ladill… digo, los ewoks. Y las dos películas de estos.

Pero eso no era del todo Star Wars. Servía para no morirse de hambre, pero no alimentaba de verdad.

El toque de atención tardó más de una década.

Por un lado empezaron a llegarnos nuevas novelas de Star Wars, que ampliaban y expandían el universo. Algunas bastante majas, como la trilogía de Timothy Zahn (Ahhhh, Mara Jade. Ahhhh, Thrawn). Otras prescindibles. Y otras, como la trilogía de la Academia Jedi del incompetente Kevin J. Anderson, directamente infumables.

En 1997 las pelis originales se reestrenaron con añadidos digitales. Algunos de ellos interesantes, como los incluidos en Bespin en El imperio contraataca, que estaban bien integrados y le daban más amplitud a la ciudad en las nubes. Otros espantosos, como la llegada de Luke a Moss Eisley; o lamentables, como el terrible momento en que Greedo, a menos de un metro de distancia de Han Solo, falla un disparo creado solo para justificar que el contrabandista no lo matase a sangre fría.

Lo siento, George, tío, pero Han disparó primero, te pongas como te pongas.

Y llegó el bombazo. En 1999 se iba a estrenar el episodio I. ¡Íbamos a conocer la Antigua República! ¡Y ver las Guerras Clon! ¡Y asistir al momento en Anakin se convertía en Vader! ¡Y el ascenso de Palpatine a Emperador!

Empezaron a llegar las primeras imágenes. Y los trailers.

Y por fin vimos La amenaza fantasma.

Confieso que salí del cine sin saber qué pensar. Aquella no era la película de Star Wars que quería ni, desde luego, la que esperaba. Tenía cosas que me gustaban (como Qui-Gon Jinn y Amidala) y otras que no tanto (como Jar-Jar Binks; o Darth Maul, que se quedaba en un tío con buena planta y poco más). Y visualmente era la caña. Y, por mucho que se pongan, la pelea a espadas de luz entre Qui-Gon, Obi-wan y Darth Maul no ha sido igualada en películas posteriores. ¡Cómo se mueve el cabronazo de Ewan MacGregor!

No la odiaba, como muchos fans empezaron a hacer casi enseguida, pero desde luego no me sentía cómodo del todo con ella.

Es curioso, porque a día de hoy, casi veinte años después, la considero la película más sólida narrativamente de la segunda trilogía (que en realidad es la primera, ya me entendéis). Con el tiempo me ha ido gustando cada vez más y subiendo en mi ranking personal de la saga. Y es que mantiene un nivel de calidad parejo durante todo el metraje, sin irregularidades y sin algunos de los gigantescos agujeros argumentales de las dos películas posteriores. El ataque de los clones y La venganza de los Sith tienen momentazos que dejan a La amenaza fantasma a la altura del betún, pero también otros que se hunden en lo más lamentable y más cutre.

Me molesta especialmente el momento en que Amidala, que durante dos películas había sido una mujer con un par de narices, se convierte en la tercera en una especie de delicado jarrón de porcelana más bien histérico. Ah, claro, es que estaba embarazada y ya se sabe que lo único que saben hacer las mujeres embarazadas es quejarse, llorar y darle la vara a sus parejas con sus movidas.

Muy lamentable, George, en serio, joder.

Pese a todo, es de Amidala la gran frase de La venganza de los Sith:

—Así muere la libertad, con un estruendoso aplauso.

Y, al fin y al cabo, eran pelis de Star Wars; y en muchos aspectos superaban mis expectativas, aunque en otros estuvieran por debajo. Visualmente eran apabullantes. La trama era interesante, igual que lo eran las derivaciones políticas. Las resonancias épico-míticas funcionaban, aunque luego los diálogos y parte de la trama no acabasen de hacerlo.

Irregulares, sí, pero con grandes momentos. No solo de puro espectáculo visual, sino en lo emocional. Y narrativamente el mejor momento, el que demuestra lo gran narrador que es Lucas y su dominio del montaje está en La venganza de los Sith. Me refiero a la ejecución de la Orden 66, resuelta casi enteramente a través del encadenamiento de imágenes y que es, para mí, el punto de mayor intensidad emocional de toda la saga.

Con todos sus defectos y altibajos, el balance seguía siendo positivo. Estaba en casa de nuevo. Aquel era mi hogar.

Lo bueno de la nueva trilogía es que la cosa no se quedó ahí. No lo digo por los comics y las novelas, que también, sino por la serie de televisión dedicada a las Guerras Clon, que llenaba el hueco entre el Episodio II y el III. Es cierto que empezó vacilante, quizá un poco demasiado infantil, pero fue creciendo poco a poco en complejidad y dándonos algunos de los mejores momentos de la saga tanto en lo narrativo como en lo emocional o en lo puramente político. (El capítulo dedicado a la desregulación bancaria en la república para financiar la guerra es para quitarse el sombrero. ¡Olé tus cojones, George, ahora sí!)

En ella vimos crecer y desarrollarse a uno de los mejores personajes de Star Wars, Ahsoka Tano, la padawan de Anakin. Fue un personaje que no me resultó muy simpático al principio; parecía creado de una forma demasiado obvia para atraer el interés del público infantil.

Pero empezó a desarrollarse, a evolucionar, a crecer y ganar en complejidad. Y cuando llegó su momento supremo y comprendió lo chunga que era la Orden Jedi y les daba el corte de mangas definitivo, directamente aplaudí, qué otra cosa podría haber hecho.

¡Y qué maravilla encontrársela de nuevo en Rebels, ahora adulta! Y verla descubrir en qué se ha convertido su antiguo maestro y enfrentarse a él. Ah, qué momentazo.

Quiero a Ahsoka en el Episodio IX, cabrones, claro que sí.

El resto es historia reciente. Llegó Disney y compró Lucasfilm. Preparó una nueva trilogía y otra serie (la excelente Rebels) y anunció que iba a crear varios spin-offs.

¿Qué puedo decir de El despertar de la fuerza? Por una parte, que yo no había ido al cine a que me volvieran a contar el Episodio IV, coño. Por la otra, que Rey y Finn molaban, que eran personajes con potencial y que tenía ganas de verlos en siguientes entregas. Poe Dameron, lo siento, me dejó bastante frío, me pareció un hot shot sin demasiado interés, un Wedge Antilles con la chulería de Han Solo; y ya. En cuanto a Kylo Renn, me daba penilla, el pobre, parecía necesitado de un buen abrazo, pero al mismo tiempo también era un personaje con potencial.

Habría que esperar a ver qué pasaba, me dije. Entretanto, el balance no era negativo, aunque no era todo lo positivo que me habría gustado.

Confieso que fui a ver Rogue One con desconfianza. ¿La historia de la peña que había robado los planos de la Estrella de la Muerte? ¿Qué interés podía tener eso?

A estas alturas ya tendría que haber sido lo bastante mayorcito para saber que no hay historias malas, solo algunas que están mal contadas.

Me encantó Rogue One desde el primer minuto. Y a medida que se acercaba el final y vi que iban a tener las narices suficientes para terminarla como había que terminarla y a la mierda los finales felices, casi empecé a aplaudir. Para mí es una de las mejores películas de la saga. Y no es ningún spin-off, es el Episodio III 1/2 con todas las de la ley.

No puedo decir lo mismo de Han Solo, una película plana e incluso aburridilla que no aporta nada relevante a la mitología de la saga (ni del personaje). Pero sale Woody Harrelson, narices. Y Tandy Newton, aunque poquito, por desgracia. No, que salga Emilia Clarke no me parece especialmente interesante, lo siento.

Dije antes de La amenaza fantasma que no era la película de Star Wars que quería ni la que esperaba. Los últimos Jedi tampoco era la que esperaba, pero sin duda fue la que quería ver, aunque no lo sabía.

Que sí, que no deja de ser un refrito de El imperio contraataca y El retorno del Jedi juntas y revueltas, pero me da igual.

Están bien juntas y mejor revueltas, y los personajes, como debe ser, empiezan a desarrollar su potencial, y Kylo Renn mola y mola Finn (y Rose mola más) y mola ese Poe Dameron al que le baja los humos una señora mayor con más cojones de los que él tendrá en su vida (y mucha más mili, pero esa es otra historia) y mola el Luke viejuno y desengañado que, sin embargo, recupera la esperanza en el futuro y se sacrifica por él, y mola el Yoda cabroncete que se ríe entre dientes de un chiste que solo él entiende.

Y Rey, directamente, lo mola todo.

Como estoy seguro de que lo va a molar todo El ascenso de Skywalker, y que en cuanto se apaguen las luces, lea aquello de “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana”, y suene la fanfarria (el inimitable tachín-tachín, que decíamos de jóvenes) de John Williams mientras las letras desfilan hacia lo lejos en la inmensidad del espacio, volveré a tener doce años y todo lo demás importará un pimiento.

¿Va a ser lo que espero?

Yo qué sé.

Qué importa.

Va a ser una peli de Star Wars. Voy a estar de nuevo pegado a la butaca. Voy a volver a casa. Seguro que no todo va a ser como me gustaría (o sí, quién sabe), pero, narices, es mi rinconcito del universo, como lo ha sido los últimos cuarenta y dos años.

El resto…

Que le den al resto.

Y que la fuerza os acompañe, por supuesto.

POSTADA

Una cuestión que he visto discutir a menudo.

¿Es Star Wars ciencia ficción?

Nunca tuve la menor duda de que, en efecto, lo era.

Para mí la ciencia ficción es (y lo fue desde que empecé a leerla, aunque por aquel entonces no tuviera una definición coherente de ella) aquella narrativa no realista que no usa elementos sobrenaturales, en contraposición a la fantasía, que sí los usa.

La ciencia que aparece en la ciencia ficción no tiene por qué ser «real». Basta con que sus fundamentos sean inmanentes, realistas, no sobrenaturales.

Vale, me diréis, ¿qué pasa con la fuerza?

¿Acaso no lo llaman «campo de energía místico»?

¿Quién lo llama así?

Un lego que ni puta idea de lo que es la fuerza, solo lo que ha oído por ahí y por allá.

Las definiciones, dentro de Star Wars que tenemos de ella dadas por aquellos que la conocen no tienen nada de sobrenatural:

—Es un campo de energía creado por todas las criaturas vivas que rodea la galaxia. Nos rodea, penetra en nosotros y mantiene unidas las cosas.

Es lo que le dice Obi-wan Kenobi a Luke. Y supongo que, como Maestro Jedi, el viejo Kenobi tendrá alguna idea de lo que es la fuerza. Y la definición que da de ella es totalmente materialista: no hay nada místico ni sobrenatural en ella. Es, de hecho, la definición que podría darse de una quinta fuerza fundamental del universo, en el mismo plano que la gravedad, el electromagnetismo, la interacción nuclear fuerte y la interacción nuclear débil.

Para rematarlo, en el Episodio I se nos habla de unos seres microscópicos, los midicloreanos, con los que vivimos en simbiosis y que canalizan la fuerza. Nada místico, de nuevo. Pura biología. De hecho, lo que a muchos les cabreó, porque pensaban que Lucas se cargaba la mística de la fuerza al introducir los midicloreanos, en mi caso simplemente sirvió para reforzar lo que pensaba: perfecto, unos simbiontes microscópicos en nuestras células que nos permiten canalizar una de las fuerzas elementales del universo.

Biología y física.

No importa que sean biología y física inventadas, de pacotilla (seamos sinceros, buena parte de la ciencia presente en la ciencia ficción es de pacotilla, ya sea porque lo era de partida, ya porque los avances científicos han convertido ciertas nociones en obsoletas). Lo que importa es que no son elementos ni mágicos ni sobrenaturales, sino, en el contexto del escenario de ficción (esa «galaxia muy, muy lejana») totalmente materialistas y científicos.

Así que sí, Star Wars es ciencia ficción.

Sé que últimamente hay cierta tendencia, que no sé de dónde ha salido, a considerar ciencia ficción solo la ciencia ficción hard. Por suerte, pese a esa estrechez de miras, el género que amo es mucho más amplio, diverso y variado que eso.

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