FICCIÓN BREVE AUTÓCTONA (I)

No había planeado pasarme las últimas semanas leyendo ficción en formato breve o semi breve, pero como a estas alturas ya estoy más que resignado a que la vida sea aquello que me va pasando mientras me empeño (y es que no aprendo, narices) en hacer otros planes, así ha sido al final. Estas cuatro historias, de autoría e intenciones muy distintas, solo tienen en común, además de su corta extensión, el pertenecer a algún género no realista, ya sea ciencia ficción, fantasía o terror y el estar escritas en castellano. Bueno, y el hecho de que las cuatro, a su muy distinta manera, son una lectura muy interesante por diversos motivos.

Vamos allá. El orden, que puede parecer caprichoso, es simplemente el de lectura.

EL PACTO, DE ROCÍO VEGA

Es un poco paradójico que, hasta ahora, solo haya leído la fantasía de esta autora y aún no me haya acercado a su space opera, género que en principio se supone que me es más cercano.

Como sea, mi primer contacto con la obra de Rocío Vega fue La compañía amable (Cerbero, 2018), una novela episódica o un grupo de relatos entrelazados (que cada cual elija lo que prefiera) con una ambientación de fantasía seudomedieval que, por una vez, se alejaba de los modelos anglogermánicos y bebía de fuentes ibéricas y andalusíes. Dado que su lectura me dejó un excelente sabor de boca, era inevitable que antes o después acabase cayendo en mis manos alguna otra obra suya.

En realidad, El pacto podría considerarse una suerte de spin off de La compañía amable, protagonizada por lo que allí eran dos personajes secundarios.

Confieso que tenía cierta curiosidad malsana por ver qué se podía contar de lo que, en el libro original, me había parecido una pareja bastante patosa a la que se acababa pillando cierta ternurilla básicamente porque les caían palos de todas partes.

Todo es cuestión de escala y de punto de vista. Habíamos contemplado a Shavali y Alek de lejos, siempre a través de ojos ajenos. Ahora, cuando los vemos, literalmente, a través de sus propios ojos, la perspectiva cambia completamente. Rocío Vega centra el relato sobre todo en la relación entre ambos y en el modo en el que el vínculo entre ellos se va estrechando, evolucionando y volviendo más complejo… y quién sabe si problemático, en el futuro. Los dos quedan perfectamente definidos, con sus claroscuros y sus contradicciones, y la trama, si bien sencilla, es adecuada, fluye con buen ritmo y va mostrando pequeños atisbos hasta ahora desconocíamos de lo que sin duda es un paisaje más grande y complejo.

Al acabar, sentí ganas de releer La compañía amable, al menos aquellos pasajes en los que aparecían Shavali y Alek. No lo hice (aún) pero tengo la sensación de que, de haberlo hecho, me habría posicionado con bastante fuerza de su lado y, posiblemente, habría empatizado con ellos dos mucho más que con los personajes protagonistas.

Tener la habilidad suficiente para conseguir eso dice mucho del buen hacer narrativo de Rocío Vega. Si además la historia está escrita con una prosa tan elegante como la suya, qué más se puede pedir. Bueno, sí, tal vez La compañía amable 2, por ejemplo.

Y, sí, en cuanto pueda, prometo hincarle el diente a Horizonte rojo, palabra de… No sé, mía, por ejemplo.

TORRES DE VINILO Y NEÓN, DE GUILLE JIMÉNEZ

Lo que ha caído en mis manos, si no me equivoco, es una edición privada que no creo que se haya distribuido a librerías, así que no tengo muy claro lo fácil o difícil de conseguir que puede ser si alguien estuviera interesado en leerlo.

Y debería estarlo. Con una ambientación entre lo lúdico y lo cyberpunk, un estilo muy dinámico que te lleva sin darte cuenta de una página a otra, «Torres de vinilo y neón» es un relato que juega muy bien con las expectativas del lector. Tiene, además, uno de los arranques con más desparpajo que he leído en bastante tiempo (me recordó de algún modo el párrafo inicial del Snowcrash de Neal Stephenson), y no me resisto a citarlo:

Allí estábamos, sobre el tren de alta velocidad con nuestras melenas digitales al viento y nuestros trajes llenos de luces que se encendían al ritmo de nuestras respiraciones. Nuestras espadas finas y esbeltas dejaban una estela luminosa como la cola de un cometa de polvo pixelado.

Madre mía, cómo molábamos.

Con un inicio así, ¿cómo no iba a seguir leyendo? De hecho, las primeras páginas del relato son un carrusel vertiginoso en el que aterrizas sobre la marcha y te limitas a dejarte llevar por la acción y por una prosa colorida y vivaz.

El relato es totalmente engañoso. Su inicio lúdico, palomitero en el mejor sentido de la palabra, es en realidad una finta que arropa la verdadera historia, que se irá desvelando poco a poco a medida que van pasando las páginas, mientras los tres personajes que pueblan el relato, especialmente la narradora, tendrán que enfrentarse a ciertos demonios personales.

No puedo añadir mucho más, salvo que me ha dejado con ganas de leer más cosas de Guille Jiménez y especialmente ver qué tal se desenvuelve en distancias más largas. Así que sospecho que su novela El demonio en el interior de Siriel no tardará mucho en caer en mis manos.

LA CHICA DESCALZA EN LA COLINA DE LOS ARÁNDANOS, DE NIEVES MORIES

Con un título como ese y una portada que parece sacada de una novela de Shirley Jackson, no me quedaba más remedio que leer esta novela corta.

Tras las primeras páginas no pude evitar hacerme la pregunta de hasta qué punto era posible darle un giro de tuerca fresco e interesante a la historia del fantasma que embruja una casa. Al fin y al cabo, no deja de ser uno de los clichés más habituales del terror.

Unas cinco páginas después ya me había respondido.

Claro que se puede. Y tanto que se puede. O, por lo menos, Nieves Mories puede.

La historia que nos cuenta, malsana, morbosa, desasosegante, bascula entre el terror puro y duro y la comedia más negra. Y el equilibro que consigue entre ambos elementos no es precisamente fácil.

El terror es, un un noventa por ciento, la capacidad de producir la atmósfera adecuada. Y Nieves Mories sabe crear esa atmósfera, en buena medida gracias a esa primera persona que ha elegido para narrar la historia; una atmósfera intrigante, agobiante, en la que se retuercen lugares comunes y se crea horror puro usando los elementos más cotidianos. Y de vez en cuando, ¡zas!, una mirada irónica, ferozmente sarcástica, que te deja desconcertado y te obliga a seguir leyendo.

No será lo último que lea de esta autora, desde luego.

IZAHI, A TUS HIJAS, DE LAURA S. MAQUILÓN

Que Laura es una buena escritora lo sé desde que cometió el error de enviarme su novela corta El pasado es un cazador paciente para que se la publicase en Sportula. Error por el que no puedo estar más agradecido, obviamente. Su curiosa mezcla de cifi de futuro cercano con elementos oníricos me atrapó desde el arranque y, mucho antes de llegar al final, tenía claro que querría publicarla.

Pocas veces he tomado una decisión tan acertada como esa.

Izahi, a tus hijas es, en cierto modo, un viaje de descubrimiento, una historia de iniciación. Teñida de una suave melancolía que te va empujando con delicadeza a lo largo de la historia, dibuja un paisaje fascinante que describe con sutileza, sugiriendo más que mostrándolo de forma explícita. No sé qué me gustó más, si la historia en sí, o el mundo que ha creado para arroparla. Parece mentira que algo tan corto pueda despertar emociones tan potentes o reflexiones tan interesantes, pero en realidad, viniendo de Laura no me sorprende lo más mínimo.

Al final, he cerrado el librito con una sonrisa tonta y una curiosa sensación en las entrañas, a medio camino entre la languidez y la exaltación.

No me pidáis que os lo explique. Leed el relato.

* * *

No quiero terminar estas pequeñas reseñas sin comentar algo que quizá no he dejado del todo claro a lo largo del texto, un elemento común que comparten estas cuatro historias breves. Todas ellas están escritas, y perdonen ustedes mi francés, de putísima madre.

Siempre he pensado que el lenguaje, el estilo, es la herramienta para que la historia quede grabada con contundencia en la mente de quien la lee, y que nunca debe ser un fin en sí mismo. El estilo, para mí, debe estar siempre al servicio del relato, jamás debe ser el protagonista.

Estas cuatro historias lo demuestran con claridad y eficacia. No serían lo mismo si estuvieran narradas de otro modo y, al mismo tiempo, el modo en que están narradas es un regalo para el paladar de cualquiera.

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