YGGDRASIL, VOLVIENDO A DRÍMAR

Si nadie lo remedia, en breve estará disponible Yggdrasil. De momento, teniendo en cuenta las circunstancias actuales, solo en ebook, pero tendrá su versión en papel en cuanto las circunstancias lo permitan.

El libro lleva como subtítulo El ciclo de Drímar, así que es fácil deducir que se trata de un retorno al escenario de ciencia ficción que ocupó casi todo mi tiempo durante buena parte de los años ochenta y noventa.

La duda que puede surgir (bueno, pueden surgir muchas, pero esta es la que ahora me interesa que surja) es la siguiente: ¿se trata de material nuevo o estamos ante una recopilación de novelas o relatos ya existentes y publicados?

La respuesta a ambas preguntas es afirmativa. En efecto, se trata de material nuevo. Y, en efecto, se trata de una recopilación de material ya publicado.

Respuesta que merece una explicación, evidentemente. Y, aunque no soy el alcalde de nadie, procedo a darla.

Lo primero, echemos un vistazo al índice del libro:

PRÓLOGO: JARDINERA
LIBRO PRIMERO: JORMUNGAND
EL PASO DE BIFROST
LIBRO SEGUNDO: BALDER
EL PASO DE BIFROST
LIBRO TERCERO: SURTUR
EL PASO DE BIFROST
LIBRO CUARTO: LOKI
EL PASO DE BIFROST
LIBRO QUINTO: HEIMDALL
EPÍLOGO: DEICIDA

¿Alguna pista? Aquellos que ya me hayan leído encontrarán familiar el título del libro primero y podrán pensar que se trata de Tierra de Nadie: Jormungand, mi tercera novela publicada, allá por 1996, en Nova. Y no andarán muy desencaminados.

El libro titulado «Balder» es mi novela corta «Este relámpago, esta locura». «Surtur» no es otro que «Los celos de Dios», otra novela corta. «Loki» es La sonrisa del gato, mi primera novela publicada (Miraguano, 1995) finalmente «Heimdall» es Bifrost, la parte final de Drímar, que apareció en 2014 en Sportula.

Es fácil suponer entonces que prólogo, epílogo y aquellas secciones tituladas «El paso de Bifrost» no son otra cosa que la historia-puente creada para dar una cierta cohesión narrativa a todo ese material.

Todo lo que acabo de decir es cierto.

Sin embargo, no es toda la verdad.

Llevo algo más de un año revisando ese material. Y cuando digo «revisando», no me refiero a corregir erratas o pulir un poco el estilo. Hablo de revisiones en algunos casos bastante importantes. Sin ir más lejos, «Jormungand» ha perdido en el proceso cerca de 40.000 palabras y ha sido aligerada de varias subtramas pertenecientes a diversos personajes que no eran más que comparsas y cuya historia no aportaba nada narrativamente al conjunto. En general buena parte de los cambios han consistido en eso, en meter tijeras y podar, quiero creer que sin ninguna misericordia, todo aquello que consideraba que entorpecía la narrativa. «Jormungand» fue con diferencia la que más sufrió en ese proceso, pero el resto de las historias no se libraron de la poda.

No han sido los únicos cambios. Ciertas tramas se han modificado, algunos personajes han cambiado y determinados elementos narrativos han sufrido diversas alteraciones. En lo fundamental, siguen siendo las novelas y novelas cortas ya publicadas, pero difieren en diversos detalles, a veces menores y otras, más importantes.

Me costó hacerlo. Siempre he sido de la opinión de que, una vez que publicas algo, ya no te pertenece por completo y por tanto, no tienes derecho a modificarlo de modo radical: esa es la forma en la que se lo ofreciste a los lectores y, si era la forma equivocada, mala suerte, compañero, haberlo pensado mejor. Por otra parte también he creído siempre que mi yo actual no tiene derecho a enmendarle la plana a mi yo de hace años. La persona que escribió estas novelas y novelas cortas tenía ciertas ideas e intereses y yo debería respetarlos, aunque ya no los comparta por completo.

Sigo considerando ciertas ambas cosas.

Sin embargo, cuando más repaso mi ciencia ficción de los noventa, más incómodo me siendo con ella. En muchos sentidos: en el puramente estilístico (joder, era un escritor muy descuidado, lleno de muletillas y tics baratos), en el narrativo en un sentido más amplio y también en otros. Estaba intentando, entre otras cosas, construir un escenario galáctico que abarcase varios miles de años, intentaba ser ambicioso.

Fallé. No del todo. Me gusta, por ejemplo, el modo en que los nombres de mis personajes, sin necesidad de describirlos, reflejan la diversidad étnica que hay en la galaxia. Y, por supuesto, me sigue gustando en líneas generales tanto el escenario que construí como las historias en sí que le van dando forma. No abomino de Drímar. Me gusta. Me parece que no hice, en general, un mal trabajo. Pero también me parece que podría haberlo hecho mejor.

¿Cómo reconciliar entonces estas dos ideas? Por un lado, como escritor, tengo hoy las herramientas, la madurez y la experiencia para sacarle mejor partido a Drímar. Por el otro, no tengo derecho a enmendarle la plana al Rudy de hace veinte o treinta años que creó que ese escenario y escribió esas historias.

Hay una forma de solucionar el conflicto. Algunos dirán quizá que es una forma un tanto tramposa y que sin duda es fruto de mi educación con los jesuitas.

Seguramente.

Me considero autorizado a crear nuevas versiones siempre y cuando el material original siga ahí al alcance de los lectores y, por tanto, no sea reemplazado por lo actual. La nueva versión no destruye ni sustituye la antigua. Ambas conviven y coexisten. Que sean los lectores los que decidan cuál prefieren.

Así, Drímar, el ciclo completo, el ebook omnibus que recoge todos los relatos, novelas cortas y novelas ambientadas en ese escenario en su forma original, tal como fueron publicados en su día (con las pequeñas correcciones de rigor para eliminar erratas y fallos), seguirá a la venta y los lectores que lo prefieran lo tendrán disponible. Y convivirá con este Yggdrasil que contiene las versiones actuales; las que, para mí, son las correctas y las mejores.

Pero claro, yo no soy nadie para decidir si, en efecto, son las correctas y las mejores. Solo las escribo o, como en este caso, las reescribo. Son los lectores los que tienen que decidir eso. No es cosa mía.

Por supuesto, espero que elijáis Yggdrasil.

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