Alqufar es pionero en la tecnología de miniaturización; la habilidad de sus artesanos en la fabricación y manipulación de componentes de tamaño minúsculo ya es legendaria cuando los tegnekares consiguen parte de los esquemas y planos de algunos de ellos y empiezan a desarrollar sus propias técnicas de miniaturización.
No es el único desarrollo en el que Alqufar y Elantegnek han seguido, en cierto modo, un camino paralelo. Pues también los alqufeños han estado empeñados desde tiempos remotos en la búsqueda de un sistema artificial para el manejo y la gestión de la información. Al contrario que los tegnekares, que deciden seguir la vía biológica, Alqufar se vuelca en sistemas, en principio, puramente mecánicos y en tiempos posteriores, electrónicos.
Las mentes artificiales alqufeñas son trinarias y procesan la información de forma discreta y no continua. Eso, por supuesto, les resta versatilidad con respecto a los cerebros gelificados, pero al ser capaces de manipular la materia a nivel submolecular y dotar a una partícula de carga positiva, negativa o neutra y utilizar esos tres estados como método de almacenamiento de la información, su velocidad de proceso y capacidad de almacenaje es considerablemente superior a la de los cerebros gelificados tegnekares. De este modo, aunque un cerebro digital es incapaz de resolver en paralelo distintos procesos, es lo bastante rápido para microcompartimentar su tiempo y resolver un pedazo minúsculo de cada uno en un lapso infinitesimal, alternando entre los distintos procesos de modo que el resultado de cara al usuario es indistinguible de un auténtico trabajo en paralelo.
Se podría establecer la siguiente analogía:
Los cerebros gelificados son como un poeta sofisticado de verbo elaborado y elegante que produce obras maestras.
Las mentes electrónicas son idiotas escribiendo al azar lo primero que les pasa por la cabeza en una hoja de papel.
Pero el poeta es solo uno y los idiotas resultan incontables. Por pura estadística y dado el tiempo suficiente, la colectividad de idiotas escribiendo al azar producirá tantas obras maestras como una sola mente genial.
Eso, al menos, es lo que dicen los alqufeños. Las opiniones al respecto del único cerebro gelificado que es capaz de tener una opinión es bastante distinta.