Dónde estamos

Han pasado seis mil años desde Almadin Detash, el Fin de la Era de las Ciudades. Según algunos, una Edad de Oro, una época mítica de increíble prosperidad en la que todas las necesidades de la Humanidad estaban cubiertas y el arte, la ciencia y la tecnología alcanzaron cimas nunca igualadas, ni antes ni después. Según otros, una Edad del Derroche en la que una minoría hedonista y rapaz, incapaz de pensar en el mañana, se revolcaba en una orgía de sensualidad y hedonismo y conservaba sus privilegios a costa de mantener al resto del mundo sumido en la miseria y la pobreza más absolutas.

En cualquier caso, la Era de las Ciudades llegó a su fin. Tanto las leyendas como los escasos datos arqueológicos de que se dispone, por no mencionar el registro geológico, apuntan a que el colapso se produjo a causa de la confluencia de dos factores: la excesiva dependencia de los combustibles fósiles por parte de las diferentes sociedades humanas, hasta el extremo de que se hizo físicamente imposible seguir extrayéndolos, y el aumento de la temperatura media global provocado por la emisión de gases de efecto invernadero.

En esos seis mil años, la civilización ha renacido y vuelto a morir varias veces.

Hace cuatro mil trescientos años, la actividad sísmica y plutónica, el choque entre placas continentales y la fractura de numerosas fallas cambiaron por completo la forma del mundo.

Continentes enteros desaparecieron, otros se vieron invadidos por el océano y convertidos en archipiélagos, nuevas tierras se alzaron, antiguas montañas quedaron bajo el océano y se elevaron nuevos picos de las profundidades. Buena parte del mundo conocido hasta entonces quedó sumergida; lo que en su día eran los picos de las montañas se convirtieron en pequeñas islas, en muchos casos de naturaleza volcánica y no muy aptas para la vida humana.

El cambio fue tan enorme que resulta casi imposible averiguar cuál era la forma anterior del mundo. El estudio de las placas continentales da algunas pistas al respecto y se han creado distintos modelos que muestran la forma de los continentes antes de los cambios, pero tales modelos no son más que aproximaciones groseras.

Si Almadin Detash supuso un punto de inflexión para la humanidad, el Despertar de los Dioses de Fuego es su equivalente geológico.

El mundo habitable se redujo a un continente de tamaño medio en el trópico septentrional, varios pequeños archipiélagos cercanos y una gran isla al oeste de la masa principal de tierra. Se cree que el resto es un océano inmenso salpicado de islas minúsculas en las que, se supone, no hay vida humana. En realidad, no se ha llegado a comprobar tal extremo, ya que el mundo nunca se ha explorado por completo o tan siquiera circunnavegado.

Es en ese momento cuando Duniya, el mundo tal como lo conocemos, nace y toma su forma actual. La Expansión de la Esquirla, más de cuatro mil años más tarde, aún traerá nuevos cambios, pero en lo básico la distribución de tierras y océanos que se conoce como Duniya se crea en esa lejana época.