Iratembe

No se sabe con seguridad cuándo se elaboró la Teoría del Multiverso ni quien fue el responsable de esta, pero algunos estudiosos sostienen que es incluso anterior al Fin de la Era de las Ciudades y que, como otras partes del conocimiento científico (las leyes de la termodinámica o las de conservación, por ejemplo), han acompañado a la humanidad durante la mayor parte de su historia.

Por supuesto, los tembelí sostienen que fueron ellos los primeros que desarrollaron la hipótesis multiversal y la comprobaron experimentalmente. Sin duda hicieron eso último, pero que hayan sido los primeros no está nada claro.

Por regla general, la teoría es descrita con la siguiente metáfora:

Nuestro universo no es más que un nodo en una malla infinita que contiene, ordena y da forma a incontables universos. La malla, cuya sustancia es conocida como la urdimbre, se comporta en cierto modo como un fluido superconductor que permite, bajo ciertas condiciones, que la información o la materia (si es que ambas cosas no son una y la misma) pueda cruzar de un universo a otro.

Cuanto más cerca está un universo de otro en la malla que los contiene a todos, más parecido será a este, no solo en leyes físicas, sino en acontecimientos. Los universos colindantes al nuestro difieren en detalles tan minúsculos que a primera vista podrían parecer idénticos. Cuando más alejados están de nosotros, más diferentes son, hasta volverse directamente incomprensibles.

Todas las posibilidades están representadas en la malla multiuniversal, cualquier posible universo está contenido en ella con todas sus posibles variaciones.

Fuera de ella, nada existe.

Como hemos dicho, la idea de la malla no es más que una metáfora que ayuda a aprehender un concepto mucho más complejo y cuyo desarrollo completo solo se puede expresar matemáticamente. Sin embargo, es una metáfora útil que describe de un modo adecuado el comportamiento del multiverso y sus propiedades.

A partir de esta teoría, los tembelí desarrollaron la hipótesis de que, si se encuentra el universo adecuado, uno con una diferencia de potencial positiva respecto al nuestro, es posible extraer energía de él. Tal extracción no tiene coste alguno para nuestro universo gracias a la diferencia de potenciales. Es como si el universo donante se encontrase en lo alto de una cuesta y el agua (la energía en este caso) fluyera de forma natural en dirección al universo receptor, que estaría en lo más bajo del valle.

La historia de los intentos de acceder a la urdimbre multiuniversal, encontrar el universo correcto y extraer energía de él es el recuento de multitud de fracasos, catástrofes, frustraciones y accidentes fatales. Todo eso quedó eclipsado cuando, en algún momento por determinar antes de la Esquirla, un equipo científico de Iratembe logró extraer de un universo embrionario una minúscula cantidad de energía.

La explosión resultante casi destruyó el laboratorio y no dejó muy bien parados a los científicos, pero lo ocurrido les pareció a todos una simple minucia comparado con lo que acababan de lograr.

A partir de ese momento, se dijeron, el futuro no tenía límites.

Por supuesto, extraer energía de otro universo es una cosa y controlarla, transformarla y distribuirla, otra bien distinta. Pero una vez situados en el sendero adecuado, el resto es cuestión de tiempo y de seguir caminando.

Casi toda la tecnología desarrollada por Iratembe se basa en la extracción, destilación y transformación de energía de otras partes del multiverso. Las infraestructuras del país dependen de una compleja matriz de tuberías de transmisión que distribuyen por toda la nación el plasma que se elabora a partir de esa energía.